Si me hubieran preguntado a principios de la Copa del Mundo en Brasil el 2014 quiénes eran los jugadores de mi equipo colombiano, seguramente les habría contestado Falcao. No más. No señas de James Rodríguez, Cuadradro, Murillo, Arias o de nuestro invencible Ospina. Me perdí el primer partido del mundial donde Colombia derrotó a Grecia 3 a 0. 5 días después, Colombia jugaría contra Costa de Marfil. Era un jueves y, como cosa de suerte, terminé teniendo ese día libre en el trabajo. Sin pensarlo, aquel partido sería el que me enamoraría, aquel partido fue el que me mostró la dicha futbolística.