Nos fuimos a comprar muebles para nuestro nuevo apartamento a un barrio netamente coreano. Llegamos a la 5pm y entramos a cuanta tienda nos pasara por el frente. Unas, tenían diseños originales, mientras que otras, tenían muy parecido inventario. Después de rebuscar por 3 horas, terminamos encontrando lo que deseábamos, ¡con rebaja y todo! Llegadas las 8pm, y estando a 45 minutos de nuestro apartamento, el hambre no se aguantó. Decidimos alimentar nuestras panzas y empezamos nuestra búsqueda. Lo que no sabíamos era la travesía que se nos venía.
Comenzamos a caminar por entre las calles. Restaurante coreano allí, restaurante coreano allá, pero nada nos apetecía. Estantes a cada lado ofrecían de comer, con poca luz y sin saber que era, optamos por ignorarlos. Estábamos desilucionados de las opciones y seguimos caminando unas cuantas cuadras de más. Al final, en una calle aún más oscura y alejada, fue que vimos un restaurante… ¡el restaurante que nos sacaría del hambre!
“Original Chinese Food” acompañado de caracteres coreanos era el nombre de aquel sitio. Convencidos de que esto era lo que queríamos, entramos y nos sentamos. El único sonido que se escuchaba provenía de un televisor presentando una novela coreana. No había ningún otro comenzal. Los meseros y los cocineros estaban sentados enfrente de aquel televisor sonriendo y gruñendo al cambio de cada escena de la novela.
Una de las meseras se nos acercó y nos trajo los menús. Estos estaban en coreano y no tenían ni una foto. “¿English?” le preguntamos. No hubo respuesta, solo un movimiento de cabeza. Intentamos hacerle conversa a ver si nos entendía, pero entre más le hablábamos, más mala cara nos hacía. Resignados, empezamos a leer el menú…¡Ah! como si por alguna razón lo fueramos a entender. Sacamos nuestro celular y empezamos a traducir palabra por palabra.
Lo primero que supimos ordenar fue cerveza (맥주), no sabíamos cuál recibiríamos, ni de qué tamaño, lo único que sí sabíamos era que cerveza, es ceveza al fin y al cabo. Terminamos tomando la cerveza nacional Cass.
Preocupados de lo que comeríamos, seguimos traduciendo el menú. Habiendo comido gusanos de seda unos días antes, ¡no queríamos tener alguna otra sorpresita! La mesera se nos acercaba cada 5 minutos para tomar la orden. Sin saber todavía lo que ordenaríamos, ella impacientemente se nos quedaba mirando como bicho raro.
Pulpo (문어)e hígado (간) identificamos. Pulpo, uno nunca sabe si lo sirvan vivo, y el hígado… ¿hígado de qué animal?
A los pocos minutos encontramos ¡arroz! (¡쌀!) Y con esas ganas de arroz frito que teníamos, se nos alegró la noche.
Nos faltaba algo de carne, y al pasar otros 10 minutos traduciendo más de 20 palabras, descubrimos cerdo (돼지 고기), y ¡nos llegó del tipo agridulce!
Así fue que después de demorarnos 30 minutos en ordenar que comer, resultamos devorándonos todo. Estábamos tan hambrientos que del sabor ni me acuerdo. Por lo menos no comimos nada que no supiéramos. O por lo menos… ¡eso creemos! Estando en el último bocado la mesera apagó las luces del restaurante. Estaba disgustada porque le habíamos interrumpido su novela y retrasado su llegada a casa. Para darle gusto, pagamos y salimos volando.
Moraleja: Google translate fue el personaje de esa noche. Nos sacó del hambre, pero ¡nos ocasionó más de una mirada salvaje!