Antes de que vean el video, déjenme explicarles cual era la situación.
Estábamos en un paseo con los del trabajo de mi esposo, Brendon, y con el jefe de sus jefes. Éste (llamémolo Mr. Lee), coreano, de unos 50 y pico de años, con gafas de sol de aquí para allá, y con camisa de manga larga y pantalón en pleno calor, era un personaje de respetar.
Resultamos en una villa tradicional de Corea conocida como Nagan Folk, localizada al sur del país. Teníamos tan solo 2 horas para explorar y yo, con mi afán de ver lo máximo en tan poco tiempo, me devolví a apurar a Brendon. Él venía a paso de tortuga hablando con Mr. Lee y pararon en uno de los puesticos de venta a chismosear. De curiosa, me fui a ver qué era lo que compraban.
Al llegar ví que cada uno tenía un vaso en la mano, y muy amablemente me ofrecieron de lo que comían.
El horror me atacó cuando miré lo que contenía aquel vaso.
“¡Gusanooooos, yo no quiero de eso!”
Tales gusanos eran el pasabocas favorito de Mr. Lee. Rechazarlos sería un insulto, y en vez de demostrarle discreción, le terminaría demostrando desconsideración.
“Ok, pero toma un video para que quede la evidencia, porque esto… ¡yo no vuelvo a comerlo!” le susurré a Brendon.
¿Y qué es el Beondegi?
Beondegi es el pasabocas hecho a partir de la crisálida (caparazón que se forma en la etapa de metamorfosis de gusano a mariposa) de los gusanos de seda. Aquellas crisálidas son hervidas y condimentadas y son un snack muy popular en Corea. Los puedes conseguir en la calle, y hasta comprarlos en latas para llevar a la casa.
Bueno, y después de probar el “Beondegi”, no podía ser la única. Mis amigas gringas también pasaron por lo mismo.
Al final, no fue tan malo. Los gusanos necesitaban un poco de sal y su textura era como la de una uva pasa. ¿Mi recomendación? ¡Mastiquen como si solo tuvieran 3 segundos!