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Mother Tongue: el sueño de aprender idiomas viajando por el mundo

Aprender idiomas no es una tarea fácil, ¿verdad? Entre más hablo inglés, más cuenta me doy que comunicarse con otro lenguaje es un aprendizaje que toma casi que toda una vida. ¡Ha! y no hablemos del coreano, porque ese sí que me tomará esta vida y la otra. Si te has atrevido a viajar o a mudarte al exterior, sean por las circunstancias que sean, seguramente estás en las mismas que yo: dándote golpes en la cabeza a ver si por lo menos algún día, ese segundo, tercero, o cuarto idioma te entra por ósmosis.

¿No? Bueno, tal vez no somos todos los que nos proponemos esos desafíos, pero si vives en un país donde no se hable español, necesitarás aunque sea algo de otro idioma para interactuar con la cultura local.

Hablando de aprender idiomas, recientemente me leí el memoir Mother Tongue escrito por la estadounidense Christine Gilbert —bloggera también en Almost Fearless— donde nos relata el desafío que se propuso de aprender 3 idiomas en 3 países diferentes. Es una historia inspiradora que además nos deja con ciertas lecciones que aplicar.

Ella, junto con su esposo Drew y sus hijos Cole y Stella, viven la vida aventurera —con sus pros y cos— que muchos sueñan tener. Lo mejor del cuento, es que si pensabas que vivir como nómada con niños era cerca a imposible, los Gilbert son el ejemplo personificado de que lo difícil sí se puede lograr.

 

My book is here!!!

A photo posted by Christine Gilbert (@almostfearless) on

Hace 5 años, cuando con Brendon andábamos de nómadas por el Sureste de Asia, los conocimos estando en Chiang Mai, Tailandia. Para esa época, tenían solo a Cole y, con la idea de educar a una hijo multibilingüe, se embarcaron en aquella aventura lingüística que los llevaría a aprender mandarín en China, árabe en Lebanon y español en México.

¡Eso sí que es un desafío!

Si has vivido en el exterior, si tienes hijos que han crecido en tierra extranjera o si te has propuesto aprender un segundo idioma, entonces, tal vez, podrás identificarte con algo de su historia.

Después de confirmar que la mejor manera de aprender un idioma es tomar clases y sumergirse en el idioma al mismo tiempo, emprendieron su viaje a Beijing.

En primera instancia el panorama suena fácil ¿o no? Tomar clases estando en el país donde se habla dicho idioma, y practicar lo aprendido por necesidad con los locales es, en teoría, el plan perfecto.

Sin embargo, de lo que nos damos cuenta estando en el extranjero, es que hablar el idioma es una cosa pero, entender y vincularse a la cultura que lleva consigo el idioma, es otra. 

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Via drhairball.tumblr.com

Lo fascinante de la historia de Christine es que nos pinta las cosas tal cual y como son. Vivir en el exterior, aunque es una fantasía, es también, una lucha. No solo debes acostumbrarte a vivir fuera de tu zona de confort, sino que debes re-aprender a vivir, lidiar con problemas ambientales, incidentes culturales, cuestiones socio-económicas y barreras del lenguaje.

En China, como supongo les ha pasado a muchos, los Gilbert resultaron estando asolados. Con un nivel preocupante de contaminación en el aire, con un frío en el que solo dan ganas de chocolate caliente y chimenea y, con una basta diferencia cultural, es normal optar por hibernar.

Aunque Christine tenía tutora local y todo, no tuvo en realidad oportunidad de practicar o de observar el alma del mandarín. Encontrar la motivación de salir cuando la contaminación tiene rublos exagerados y está como una nevera afuera, es más que complicado, ¿no crees? Ahora que vivo en Corea, donde el invierno es hasta más fuerte que en las montañas de Colorado, y donde me ha costado aprender un idioma que es totalmente diferente al español, empatizo totalmente con su situación.

En esos primeros meses vivió en carne propia lo que algunos han dicho por ahí: ser bilingüe no es lo mismo que ser bicultural. Aprender una nueva forma de comunicarse no solo implica aprender nuevas palabras, sino también implica aprender una nueva forma de ver las cosas.

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Una de las razones por las cuales aprender un nuevo idioma en la adultez es más difícil, es porque intentamos aprender ese nuevo lenguaje viviendo dentro de la cultura con la que crecimos. Queremos aprender inglés, francés, coreano o portugués percibiendo el mundo exclusivamente desde el punto de vista de la cultura donde hayamos crecido. Por ejemplo, no es lo mismo aprender inglés en Inglaterra que en Estados Unidos o en Australia. Riiiight mate?

En entendible que nos sea difícil re-aprender a ver el mundo desde otro punto de vista y verlo desde el upside down (Fan #1 de Stranger Things por aquí); o que no sea fácil reconocer que hablar de izquierda a derecha es tan válido como hablar de derecha a izquierda. Sin embargo, si no nos acostumbramos a desaprender, internalizar un idioma mientras vivimos en el exterior se convierte en una ardua tarea o, peor aún, en una superflua faena.

*Lee más aquí acerca de cómo ser efectivo culturalmente viviendo en el exterior.

Después de tener una mala experiencia en China, Los Gilbert decidieron seguir con su próximo destino y resultaron en Beirut, la capital de Lebanon. Allí, el panorama fue totalmente diferente: era verano, habían zonas verdes donde Cole podría jugar, Christine se inscribió a una escuela de árabe y tuvo la oportunidad de interactuar con la cultura local. Fue también la primera vez que como familia presenciaron el ideal que habían perseguido hasta el momento: una generación de niños y jóvenes que convivían en árabe, inglés y francés al mismo tiempo.

Desafortunadamente, después de unas semanas no todo siguió siendo color de rosa. La situación política de Lebanon y la creciente violencia hicieron de éste, un lugar no apto para criar una familia (¡Stella venía en camino también!). Bombardeos y protestas los sacaron corriendo.

México resultó siendo el siguiente destino. Y este destino sí que me causó curiosidad (y algo de risa también). Como latina, es chistoso pensar en el contraste entre una gringa aprendiendo español y una latina aprendiendo inglés. Así como yo me he quejado de la cantidad de vocales que el inglés tiene, para Christine las vocales en español también le tomaron tiempo: e en inglés es i, pero en español i es diferente a la gringa e. ¿Que qué?

Al final, el mayor aprendizaje de su aventura no lo tuvo en el lenguaje como tal, sino en el acto de aprender idiomas. Por un lado, descubrió que la motivación de aprender un idioma está ligada al gusto que le tengas a la cultura donde se habla aquel idioma y a las personas con las que desees comunicarte (¡como por ejemplo con un novio extranjero!); es por ello que escoger un idioma por lo útil que pueda parecer en un principio, te dejará más que aburrido sino tienes una motivación ligada a la cultura. Por el otro, que la meta final de su experimento aprendiendo idiomas viviendo en el exterior no era ser simplemente bilingüe, sino más bien ser bicultural. Tener una apreciación y conciencia global es más importante que únicamente saber nuevas palabras.

Ya ves, aprender un nuevo idioma en el extranjero no es tarea fácil. Te encontrarás con circunstancias tanto agradables como desagradables. Pero eso sí, contar con un entendimiento multicultural y ser capaz de ver el mundo desde el upside down, te facilitará el aprendizaje de aquel idioma. Y no olvides, como lo dijo la misma Christine, “You have to fall a little in love with the culture to learn the language“.

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